La maternidad: del dolor al placer

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Cuando te conviertes en madre, automáticamente te vuelves material de críticas y cuestionamientos de parte de los espectadores de la sociedad. A pesar de que las cosas “han cambiado” y se supone comúnmente que la visión general de las personas es menos retrógrada y moralista que la de hace un par de décadas, al menos en este país pareciera que, sobre la maternidad, esto se ha mantenido. Vemos que la conciencia de la maternidad evoluciona en términos de biotecnología para la concepción, gestación y parto. La mujer moderna y la maternidad son muestras de lo más evolucionado que vemos como progreso a nivel social. Existe todo un mundo de marcas y tecnologías al servicio de la nueva madre y de su bebé. Se nos vende una imagen de la Super Woman, que programa su cesárea y que, unas semanas después, o a lo sumo luego de un par de meses, funciona como sujeta activa en el mercado laboral. Esta pareciera ser la evolución y triunfo de la maternidad moderna.

Me asombra cómo se aborda la maternidad solo desde su funcionamiento biológico, desestimando todos sus aspectos sociales. Cómo las mujeres asumimos una de las responsabilidades más grandes en la sociedad, reproduciendo la primera relación sentimental con los seres humanos, así como los valores de cada cultura; y cómo, al mismo tiempo, al estar realizando esta labor, se nos cuida tan poco.

Como dice Victoria Sau, “la maternidad está muerta, no existe y no existirá mientras se vea restringida solo a lo biológico y se le niega su dimensión humana, su proyección económica, política y social”.

Creo que es necesario que observemos y cuidemos la maternidad en todos esos ámbitos HUMANOS, en los cuales se nos invisibiliza a diario y se acallan nuestras voces y sentires.

Ni siquiera en la práctica de los movimientos feministas se milita por nuestros derechos como madres, ni se discute mucho sobre el tema en cuanto problemática social, desde una perspectiva emocional, política y económica.

Existe un vacío de análisis y cuestionamientos sobre el hecho social de ser madre, una ausencia de estudios que traspasen la crítica cerrada de Simone de Beauvoir hacia la maternidad, considerada como un hecho abrumante que limita la realización de la mujer al mero hecho de tener un hijo.

Más allá de los estudios, considero que es necesario que la sociedad entera se replantee la forma en que ve y aborda la maternidad.

Yo, como madre, veo cómo esta elección de vida conlleva, para las mujeres, una carga moral importantísima. Automáticamente, se espera que una actúe de cierta forma, comúnmente de la forma más tradicional y el mundo entero se siente con el derecho de apuntarle a una con el dedo ante cualquier desviación a la norma. Cualquier ser humano se puede equivocar pero, si eres madre, ¡te jodiste!

No lo puedes hacer mal, no tienes oportunidad de caerte: el circo romano es tajante. Eres bombardeada de críticas moralistas, y lo peor es que la mayoría de las veces las personas no son capaces de decírtelo a la cara, sino que hablan a tus espaldas, te lo dicen indirectamente o ponen mala cara, lanzando comentarios como “ya no puedes actuar así porque eres madre”, “una madre no hace eso”, etc., anulándote más allá del rol de madre.

Lo peor de todo esto es que todas estas críticas se transforman en miedos y tabúes que posteriormente derivan en culpas hacia nosotras mismas. No podemos decidir sobre algo sin desviar la mirada hacia los espectadores, por el miedo de equivocarnos.

Como muestra basta un ejemplo cotidiano, que me ocurrió personalmente y que me tiene atravesada a pesar de que ya ha pasado un año desde entonces. Estaba organizando unas jornadas sobre el parto respetado en mi ciudad. La actividad estaba lista para salir en marcha y mi hijo se resfrió un día antes. No era nada grave pero estaba decaído. Fue entonces que decidí no abandonar la jornada e ir con él, para así poder gestionar todo (estaba organizando todo eso casi sola). Bueno, finalmente todas las actividades salieron bien y claro, mi hijo no se murió.

Pero a los días de transcurrido esto, una amiga me comenta que uno de nuestro amigos en común (de esos súper libertarios y de mente abierta) había criticado a mis espaldas mi forma de maternar, por elegir por mi trabajo y no por mi hijo, anunciando que debería haberme quedado en casa cuidándolo, que “eso es lo que hace una buena madre”.

En fin, sus críticas me atravesaron las entrañas.

Las críticas de cómo hago y no hago las cosas caen como flechas sobre mí y sobre todas las mujeres madres que me rodean, sobre todo si son madres solteras… sus familias, sus amigos, sus compañeros de trabajo, incluso entre las mismas mujeres madres, son criticadas. Principalmente porque hay ciertos grupos de mujeres súper “humanizadas” que creen estar criando de la manera correcta. Como si existiera un manual de la perfección para esto.

¡Por favor, paren! ¿Dónde está la sororidad entre mujeres y seres humanos? No sigan reproduciendo el modelo patriarcal de maltratar a las madres, porque a partir de ese patrón, en el cual las madres no viven su maternidad en gozo y libertad (porque se les reprime), la vida sigue funcionando como está, creando madres tristes y machistas, reproduciendo así un mundo infeliz.

Sáquense de la cabeza la idea de que ser madre es sinónimo de dolor, abnegación, perfección, frigidez, aburrimiento y cuanta estupidez más nos metió en la cabeza el catolicismo, con su terrible legado de moral y culpa. Déjennos maternar en libertad, libres de tabúes y sin miedos ni culpas por equivocarnos.

Dejen de censurar lo salvaje y animal que es el parir, amamantar y criar. Paren de hacernos creer que la maternidad se vive en sufrimiento y abnegación. La maternidad, cuando se viva protegida, contenida, apoyada y querida por el círculo social que rodea a la mujer, producirá humanos felices. No nos carguen todas las responsabilidades a las mujeres madres y al mismo tiempo nos castiguen por equivocarnos.

¿Dónde están los compañeros? ¿Parejas? ¿Amigas? ¿Comadres? ¿Vecinas? ¿Familia? La maternidad no es cosa de una sola persona.

Las madres aprendemos a porrazos y tenemos derecho a caernos y a gozar de nuestra maternidad como queramos vivirla.

 Pabla Pérez San Martín